Fue en este mismo mes, hace trescientos y tantos días que entendí que todo acaba... Fue Abril quien me enseñó con dolor, que en la vida no hay más certezas que las que te siembras y paradojicamente, no se traducen en garantía pues pocas veces corresponden con la realidad.
¡De cualquier forma! yo me encontraba segura de mi corazón roto; de que no se podía confiar en nadie y -sobretodo- sabía con certidumbre, que no volvería a ponerme en manos del amor.
Meses después me probé equivocada y entendí que la certidumbre sólo le rinde cuentas al presente. Que la línea de tiempo hacia adelante, no se rige por esta estricta e inamovible sensación.
No quiero ser la que se aleja para no sentir. No quiero ser la que se queda para destruírse. Este camino lo conozco bien y sé cuántos pasos hay que dar para atravesarlo. Ya la única pregunta es:
¿Cuántas dudas se desayunó mi certidumbre?

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